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Heráldica en “El Señor de los Anillos”

por Miguel González (Mandos)

“Pero vuelve los ojos a esotra parte, y verás […] al siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, […] que viene armado con las armas partidas a cuarteles: azules, verdes, blancas y amarillas, y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado, con una letra que dice: Miau, que es el principio del nombre de su dama que, según se dice, es la sin par Miulina.”

Don Quijote I. Cap. XVIII

¿Es correcto hablar de heráldica en Tolkien? o mejor ¿hay datos en el Señor de los Anillos que nos permitan hablar de heráldica? Viene siendo costumbre en estos tiempos atraer hacia el campo de interés de uno a los autores de literatura que más nos interesan. No es extraño escuchar rimbombantes y sonoros títulos del estilo: “La coyuntura económica y social de las ciudades estado de la Italia renacentista a la luz del Mercader de Venecia de William Shakespeare”. De nada sirve recordar que Shakespeare es muy improbable que visitara Italia. Dicho lo anterior, y con la clara prudencia a que nos invita, me inclino a pensar que hay suficientes elementos en la narración de El Señor de los Anillos, y aun de las otras obras de Tolkien, como para hablar de la existencia de la heráldica en la Tierra Media, siquiera como una ciencia en sus albores.

El primer argumento en este sentido podría ser la existencia de heraldos, en los reinos de Gondor y Rohan al menos. Así aparece la palabra “herald” (1) en diversas ocasiones en relación con los reinos de Gondor y Rohan a lo largo de la narración de El Señor de los Anillos. Incluso toma ese título para sí La Boca de Sauron en el parlamento con los Capitanes del Oeste (2). Se podría objetar que la función que estos “heraldos” cumplen se adecua con más rigor a la labor de pregón o funcionario que convoca públicamente, o de legado y embajador, antes que a la determinación de las armas y escudos por los que se conoce el linaje de un soldado o caballero. En este sentido cabe recordar que esas funciones también correspondieron a los heraldos medievales, cuya labor de informar sobre las armas tenía un carácter, en muchos casos, secundario.

La existencia cierta de escudos, signos y emblemas, diferentes según los reinos o regiones y por los que se permite reconocer a su portador, su uso durante la batalla para reagrupar fuerzas o, cuando es derribado o capturado, minar la moral del enemigo, nos fuerza a considerar que no se trata de mera casualidad y que, con toda probabilidad, en torno a este uso debieron de surgir unas normas o leyes básicas, tal vez simples costumbres, que regulaban la forma de diseñar estos.

La tercera y contundente razón que asegura a mis ojos la existencia de heráldica en la Tierra Media nos la da una frase de Faramir: “Señores sin descendencia holgazaneaban en antiguos castillos sin otro pensamiento que la heráldica (3)“. La palabra heráldica no admite en este caso ningún otro significado que el estudio de la forma y composición de los escudos y estandartes (salvo en el error de haber relacionado heráldica y genealogía, aserto que no debe presumirse teniendo en cuenta que el propio Tolkien usa la palabra genealogía en bastantes ocasiones no comprendiéndose que se hubiera deslizado un error tan concreto en los labios del hermano de Boromir), y lo refuerza el sentido general de la aseveración. Añadamos, por último, palabras como “blasonaban”, “blasones” o “campo” (4) extraídas directamente del lenguaje heráldico.

Un poco de historia.

Etimológicamente la Heráldica es la ciencia de los heraldos. Estos heraldos fueron, en el medioevo, los encargados de dirigir los torneos primero y de determinar y distinguir los escudos de armas correspondientes a cada familia después. Como curiosidad y dentro del campo de la etimología recojamos el origen de la palabra blasón, que asegura Julio Atienza, procede de la costumbre de tocar el cuerno o la trompeta dos veces (en alemán de la época, blacen) al comparecer un caballero “a las cancelas o barreras de la carretera”, en este momento el heraldo examinaba “el escudo y demás testimonios de nobleza del caballero y, una vez reconocidos, se le ataban dos cuernos al yelmo en señal de estar bien probada su nobleza”. Todo un espectáculo en caso de ser cierto.

El nacimiento de esta ciencia no se puede afirmar con exactitud. Hacia el S. X los caballeros empezaron a usar determinados signos para diferenciarse unos de otros en las contiendas y torneos (téngase en cuenta la constante evolución de las armaduras y otros elementos defensivos que cubren poco a poco al caballero de tal modo que se vuelve irreconocible). Cerca del S. XI se determinan las reglas básicas del arte heráldico, que se entiende proceden de Alemania. En España no es hasta los inicios del S. XII que podemos hablar con propiedad de la heráldica.

En sus inicios se trata de escudos muy sencillos, que más tarde se fueron complicando, añadiendo el del segundo apellido y posteriormente, por influencia francesa, cuatro, ocho y hasta dieciséis apellidos.

Las leyes de la heráldica en nuestro mundo

La heráldica tradicional se basa en una pequeña serie de reglas, no siempre respetadas, que vienen a ser las siguientes:

1. Nunca poner metal sobre metal ni color sobre color, salvo los detalles pequeños (frutos, uñas, picos, garras, etc…).

Concretemos esta terminología poco clara; en heráldica se denomina esmalte al color que se muestra en las figuras, fondo o elementos de cualquier tipo que configuran el escudo o estandarte. Los esmaltes se dividen en 2 metales (oro y plata) y 5 colores [gules (rojo), azur (azul), sinople (verde), púrpura (morado) y sable (negro)]. Fuera de España se aceptan también otros colores (leonado o anaranjado por ejemplo). Por último cabe pintar un determinado elemento “al natural” o “en su color”. En este caso, usualmente figuras naturales, no es necesario respetar la norma descrita.

Antiguos tratadistas recogían una simbología relacionada con cada esmalte hoy día completamente desechada por cualquier estudioso serio, salvo como curiosidad. La selección de los colores obedecía a un contraste que hiciera más reconocible cada una de las partes o elementos del escudo y no a una simbología esotérica de la gama cromática seleccionada.

2. Plenitud: cuando haya una sola figura en el escudo se colocará en el centro llenando todo su campo, pero sin tocar los extremos del escudo.

Según evolucionó esta ciencia, además de volverse cada vez más abstrusos y excéntricos los escudos, se vulneró en bastantes ocasiones esta norma. Ha de tenerse en cuenta que mientras en los inicios de la heráldica primaba el elemento identificador respondiendo esta norma a dicha exigencia (cuanto más grande sea la figura mejor se ve), en su evolución posterior se le da más importancia a lo meramente estético o artístico, haciendo excusable esta ley.

3. Las figuras deben colocarse mirando al frente o a la diestra. Si mira a la siniestra debe indicarse.

La diestra y siniestra hace referencia a la posición con respecto al que porta el escudo, por lo tanto una figura que ocupe la parte derecha de un escudo a nuestros ojos se indicará que está a siniestra.

Aparte de estas tres reglas consuetudinarias, más que código normativo, existen toda otra serie de costumbres seguidas con más o menos rigidez en la confección del escudo heráldico. Dejemos mencionadas la que se refiere a la “esquematización” o exageración de los rasgos definitorios de las figuras, o la profusa normativa sobre colocación de los elementos cuando se trata de una pluralidad de estos.

Para terminar con los conceptos más básicos de la hermética terminología heráldica quedémonos con que un escudo se divide en campo (el esmalte de fondo) y piezas o figuras (elementos que se colocan dentro del campo). Estos últimos se clasifican en Heráldicas (figuras geométricas en general: barras, aspas, borduras, etc…), Naturales [imágenes de figuras o cuerpos existentes (dice Atienza: de la Creación), inclusive los cuerpos celestes, aves, animales, seres humanos y partes de ellos, etc…], Artificiales (objetos creados por el hombre) o Quiméricas (seres inexistentes).

Con estas pequeñas bases será suficiente para atacar los textos de Tolkien sin más demora.

El arte heráldico en la Tierra Media

En primer lugar se tercia una precisión: este esbozo de estudio se refiere en exclusiva a los elementos definitorios del arte heráldico entre los hombres y, en menor medida, los orcos. Apenas recojo apuntes sobre la heráldica élfica o enana que, al menos en el primero de los supuestos, merecería un estudio propio. Y quitando alguna referencia suelta he escogido como lapso temporal el de la Tercera Edad.

Bien, establecido lo anterior cabe preguntarse ¿hay en los emblemas humanos y orcos elementos definitorios suficientes como para hablar de normas heráldicas? Considero que sí, y en mi humilde opinión destacaría los siguientes:

· Simplicidad.

Los escudos que describe Tolkien carecen de la complejidad que se relaciona con la época de decadencia del arte heráldico. Responden claramente a los principios que dan luz a este arte en los que la identificación del guerrero o su pueblo es el fin último de la representación. Ello puede obedecer a dos motivos bien distintos. Uno sería la descripción de un arte heráldico en sus inicios en el que prima, como ya hemos dicho, distinguir a unos contendientes de otros. El otro, quizás igual de importante, a la dificultad que ofrece la descripción pormenorizada de un emblema complejo en una narración literaria. Ya sea tomando el oscuro vocabulario de la heráldica, ya sea haciendo una relación en palabras simples de lo visto por los personajes de la novela, un escudo complejo es un obstáculo grave en una narración fluida. Veamos un ejemplo; el escudo de armas del linaje Rodríguez de Ledesma o de Sanabria tiene la siguiente definición heráldica: De azur, aspa de oro cantonada de cuatro flores de lis de plata. Bordura de azur con crecientes ranvesados de plata. Es evidente que para el profano la anterior definición no sirve de mucho. Por el contrario, si optamos por una definición para legos obtendríamos algo así como: Siguiendo la silueta del escudo, aunque unos centímetros hacia su interior, se delimita una zona de color azul en la que hay representadas unas lunas de color blanco en cuarto creciente con las puntas hacia abajo, un total de ocho. Luego, en la parte interior del escudo, hay una división en cuatro que provocan dos barras doradas o amarillas que lo cruzan perpendicularmente. En cada una de esas cuatro particiones hay una flor de lirio estilizada de color blanco. Se puede apreciar rápidamente lo largo y tedioso de la explicación.

Ejemplos de esta simplicidad a la que hago referencia al principio los encontramos en que la mayoría de los escudos y estandartes son lisos como el de los Senescales de Gondor (blanco sin ningún adorno o figura (5)), el de Elfhelm de Rohan (blanco (6)), el de Erkenbrand de Rohan (“escudo rojo” (7)), la Casa de Elrond (“A la cabeza cabalgaban Elladan y Elrohir con un estandarte de plata” (8)), los Haradrim (“blandían estandartes rojos” o “estandartes rojos” y “escudos redondos, amarillos y negros con grandes clavijas.” (9)) e incluso buena parte de las tropas de Isengard cuando no portan la clásica Mano Blanca (“escudos negros” (10)). Remontándonos a la antigüedad del mismo estilo son incluso los escudos de los guardias de Gondolin o de Húrin Thalion (dorado (11)).

Cuando no son lisos cuentan con una única figura y no se producen particiones de ningún tipo.

· Respeto a las normas heráldicas más frecuentes, con excepciones.

En primer lugar los esmaltes suelen respetar la máxima de no mezclar color con color o metal con metal. Buenos ejemplos de ello son los estandartes de Rohan (en campo de sinople caballo galopante en plata), de la casa real de Gondor (en campo de sable árbol de plata frutado y nimbado por siete estrellas de lo mismo) o el de Saruman (en campo de sable mano de plata). Remontándonos a la antigüedad se nos ofrece el ejemplo del escudo de Turgon para Tuor (en campo de azur ala blanca de cisne).

El caso discordante lo ofrecen los orcos (en campo de sable ojo de gules) y el de los Haradrim del Pelennor (en campo de sable serpiente de gules). En el primer caso se puede salvar considerando que el ojo rojo está pintado al natural o su color (12) y que el arte heráldico de Sauron debía ser forzosamente distinto del humano partiendo de la disminución en la gama de esmaltes que supone no usar el blanco (13). El de las gentes venidas de Harad no ofrece fácil explicación y debemos considerar que la norma de los esmaltes no debía estar consolidada en este lugar.

La regla de la plenitud no nos consta si regía o no en la Tierra Media. Parece que debía ser lo más frecuente por meras razones de utilidad, si bien se dan excepciones como en el escudo de Saruman (14).

· Preferencia por las figuras naturales.

La gran mayoría de los escudos de la Tierra Media o bien son lisos, o contienen una única figura natural. Son usados profusamente el Árbol (árbol blanco, el acebo), las Estrellas (desde la librea de los herederos de Elendil hasta la puerta occidental de Moria), los Animales (cisnes, caballos, serpientes) y bastante más presente de lo usual en la heráldica tradicional, las partes del cuerpo (Ojo, Mano, Ala). Tampoco son raros los elementos artificiales como la Corona (con el detalle de ser alada) y el Barco (en forma de cisne).

· Preferencia por determinados colores. Posible significación de los esmaltes.

En la Tierra Media es constante el uso de determinados colores. Ello podría explicarse de muchas maneras una de las cuales sería que en el mundo creado por Tolkien sí tuvieran significado los colores seleccionado para el emblema. Apoyaría esta tesis el abandono del Enemigo del color blanco o plateado, continuamente usado por los pueblos más relacionados con los elfos o numenoreanos. En todo caso es destacable que no aparecen escudos que hagan uso del púrpura, y que son muy escasos los que usan del sinople y el oro. A cambio predomina el campo de sable tanto en escudos de pueblos bajo la esfera de influencia de Sauron como de los enemigos de este.

Tres escudos curiosos.

Embarcado estaba en la búsqueda y captura de referencias sobre escudos en las obras de Tolkien cuando me encontré con dos escudos que me plantearon algún que otro quebradero de cabeza, y un tercero que no recordaba de anteriores lecturas y que me pareció bastante curioso. Vayamos primero con el más complejo y comencemos con citas.

Un escudo poco claro

La primera referencia a Imrahil y su escudo se produce ya en el tercer volumen del Señor de los Anillos (15), donde se nos dice que portaban sus tropas “Estandartes de oro y el emblema del Navío y el Cisne de Plata”. Comienzan las complejidades. Por una parte tenemos que el estandarte es de oro. Pero ¿el tejido es oro o su campo es de oro? Como no hay referencia al esmalte del campo parece que lo correcto es lo segundo. Luego dice el emblema del Navío y el Cisne de Plata. Parece indicar que se trata de dos figuras diferentes a la vista de la función cumulativa de la conjunción “y”. De la embarcación no se nos cuenta el color, pero del cisne sí, que vulneraría las normas de los esmaltes por tratarse de un metal sobre otro metal.

Siguiente referencia. “…con el Príncipe Imrahil a la cabeza, seguido de su estandarte azul” (16) . La lectura de este estandarte ahora plantea posibles dificultades, con la aparición de un color antes no especificado. Podría ser que el campo fuera azul (aunque mal se llevaría con los hilos de oro), o que se trate del Navío, o incluso que el propio Príncipe posea un estandarte diferente del de su ciudad, perfectamente plausible.

Continuamos. “…llevaban el cisne de plata de Dol Amroth” (17). Que el cisne es de plata parece no plantear más dudas. Pero, ¿y el navío? En esta cita nada se dice de barcos. Luego tenemos “…el estandarte de Dol Amroth, un navío blanco como un cisne sobre aguas azules…” (18). Las cosas parecen aclararse un poco, pero no mucho. El campo seguimos sin saberlo con certeza, y las figuras se han convertido en una sola que navega sobre aguas azules, dato que no teníamos hasta ahora.

Llegamos entonces a “…en la colina opuesta flameaban los estandartes de Rohan y Dol Amroth, Caballo Blanco y Cisne de Plata” (19). A la vista de lo esquematizado que presenta el estandarte de Rohan podemos sentirnos tranquilos por lo que se refiere a campos y aguas, pero en cuanto a la figura vuelve a plantear la duda ¿cisne, navío, los dos juntos?

En las celebraciones de Cormallen se realiza, por fin, la definición más clara del estandarte de los habitantes de Dol Amroth y con el que nos vamos a quedar, a saber; “en él una nave de plata con la proa en forma de cisne surcaba un mar azul” (20). Una sola figura de plata (barco cisne) en campo de color indefinido (¿dorado?, ¿azur?) surcando un mar azur. La cuestión del fondo puede resolverse considerando todo el campo azur o bien todo el campo de bandas (representando el mar) azur y quizás plata.

Un escudo que no existe

Otra de las citas que me planteó una curiosidad muy grande es la que se dirá a continuación. Estando Frodo Bolsón en Lórien es invitado por la Dama Galadriel a examinar el espejo de “mágicas” propiedades. Finalmente se decide el portador del anillo, y entre lo que vislumbra se nos cuenta que acertó a ver un barco de bandera negra con una torre blanca. ¿Torre Blanca? Por la descripción de lo que veía Frodo parecía referirse claramente a los primeros numenoreanos o, tal vez, a los gondorianos del pasado o del presente. Ahora bien, ¿qué torre sería esa? ¿y a que reino, ciudadela o señor se refería? Se me ocurrían muchas posibilidades: Minas Tirith, Minas Ithil, el Meneltarma, alguna ciudad costera como Edhellond, la Torre de Ecthelion, etc. La respuesta la encontré al revisar mis citas con el texto en inglés. Resulta que se trata de una traducción incorrecta (dentro de un párrafo todo él no muy bien pasado al castellano) de lo siguiente: “…the emblem of the White tree”. En fin, parece que el traductor cambió “tree” por “tower” y se inventó un escudo o emblema del que nada nos dijo Tolkien a cambio del clásico del árbol blanco (21).

Un escudo divertido

Por último un emblema que no recordaba y que plantea algunos detalles curiosos. Se trata del siguiente: “Sam notó que había dos uniformes diferentes, uno marcado con la insignia del Ojo Rojo, el otro con una Luna desfigurada en una horrible efigie de la muerte” (22). Cabe destacar en primer lugar que la figura de la luna desfigurada, probable alusión a la antigua Minas Ithil, quizás deformación del escudo de esta ciudad anterior a su asedio por los Nazgûl, es un elemento nuevo que no vuelve a aparecer en ninguna otra parte. La forma, efigie de la muerte, es original de Tolkien, o al menos no tiene igual en la heráldica tradicional en donde solo el sol, usualmente, de entre las figuras naturales celestes, es representado con alguna mueca humana (normalmente serio, alegre o angustiado). La luna, de acuerdo con la heráldica tradicional, se dibuja sin gestos o muecas. Algunos casos hay de luna “figurada”, no precisamente con efigie de muerte (¿cómo será esa efigie? ¿cómo una calavera?) pero son bastante raros. La cuestión divertida del asunto es que la palabra para referir esas actitudes humanas en los objetos resulta designada en heráldica como “figurada”. Por tanto, tenemos un juego de palabras inevitable: la luna de Tolkien es una luna figurada desfigurada. También se debe destacar el uso del color blanco que, antes se nos dijo, no utilizaba Sauron. La disculpa de un posible color “natural” no resuelve del todo esta contradicción que obedecerá, con casi toda seguridad, a un pequeño olvido de nuestro autor que, parafraseando a Horacio, “aliquando bonus dormitat Tolkien”.

Bibliografía.

de Atienza, Julio. Nociones de Heráldica. Madrid. Aguilar Ediciones. 1989.
Pardo de Guevara, Eduardo. Manual de Heráldica Española. Edimat Libros. 2000.
Tolkien, Christopher. La Guerra del Anillo. Minotauro.

Notas
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1 Páginas 162, 168 y 169 SdlA II por lo que respecta a Rohan. SA 5 X:16 a 18 por lo que respecta a Gondor, por poner algunos ejemplos.
2 SA 5 X:37
3 “heraldry” en el original. pag. 394 SdlA II.
4 Entre otros: 149 SdlA II y SA 6 IV:42
5 pag. 40 Ap. y SA 6 V:78
6 CI 3 V:12
7 SA 3 VII:170
8 SA 6 V:127
9 pag. 114 SdlA III y 347 SdlA II
10 SA 3 VII:65
11 CI 1 II:67
12 No obstante quedaría contradicho por el tenor literal del siguiente texto: “enarbolando un único estandarte negro, pero con el Ojo Maléfico pintado en rojo”. SA 5 X:35
13 SA 3 I:38
14 “Una manita blanca en el centro de un campo negro”. SA 3 I:34
15 SA 5 I:203
16 pag. 114 SdlA III
17 SA 5 VI:35
18 pag. 190 SdlA III
19 SA 5 X:57
20 SA 6 IV:49
21 Es curioso hasta que punto puede perpetuarse una mala traducción. Examinando GA 3 II:Nota 42, uno de los volúmenes en que se nos narra como nació “El Señor de los Anillos”, nos encontramos con que la visión de Frodo en el momento de introducirse en la historia la mención a un barco, en la traducción al castellano nos revela “un navío con velas negras y una bandera que lleva el emblema de una torre blanca” cuando el original inglés habla de “Frodo’s vision of a ship with black sails and a banner bearing the emblem of a white tree”.
22 pag. 234 SdlA III