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La caída de Gandalf y Macbeth

Por Daniel Gómez Correa. Artículo publicado originalmente en 2013 en la revista ESTEL 79.

La adaptación del El Señor de los Anillos que realizó Peter Jackson está repleta de momentos emotivos, que en ocasiones enfatizan alguna escena que el director ha considerado relevante para el desarrollo de la película y en otras simplemente se ha realzado para ejercer un efecto determinado sobre el espectador, sea fiel o no a la letra del original. El propósito de estas notas es analizar una de ellas, que es de suma importancia para el devenir de la historia de ESDLA.

Uno de los momentos más significativos de la primera parte, La Comunidad del Anillo, es sin duda la caída de Gandalf arrastrado por el látigo de fuego del Balrog, en el puente de Khazad-Dûm. Tolkien nos describe la entrada de la Comunidad del Anillo en Moria casi desde el principio con notas ominosas, con el retumbar de tambores lejanos, con el sonido Doom-Boom-Doom (en el original inglés, mejor que el bum bum de la traducción española) , no solo anticipando de forma lingüística el nombre que da sentido a todo el capítulo (“El puente de Khazad-Dûm”), sino además jugando con el sentido de la palabra Doom, que en inglés significa Destino, pero normalmente con una connotación negativa: un mal destino, o, como dice el Oxford Dictionary, muerte, destrucción o algún otro destino (fate)1, y como así se prueba tras la caída de Gandalf, y el principio de la disolución de la Comunidad. De forma magistral, Tolkien nos muestra una escena desoladora en la que la Comunidad, una vez a salvo, se da cuenta finalmente de lo que ha pasado, y en un silencio sobrecogedor, se deja llevar por el llanto:

They looked back. Dark yawned the archway of the Gates under the mountain-shadow. Faint and far beneath the earth rolled the slow drum-beats: doom. A thin black smoke trailed out. Nothing else was to be seen; the dale all around was empty. Doom. Grief at last wholly overcame them, and they wept long: some standing and silent, some cast upon the ground. Doom, doom. The drum-beats faded.2

El retumbar de los tambores prosigue, apagándose, como el retumbar de un peligro que aún acecha, pero que desaparece lentamente.

En la versión cinematográfica, en el comienzo la escena no está tan bien lograda debido a varias interrupciones: en primer lugar, justo tras la caída de Gandalf, el grito desgarrador de Frodo rompe la solemnidad del momento. Quizás sea muy efectivo en el celuloide, pero tras una segunda lectura, parece innecesario. Aún así, hay varios momentos logrados: Gandalf hace una pausa, que parece alargarse eternamente, justo antes de pronunciar sus famosas palabras: “Fly, you fools!”3, y que da tiempo al espectador a empezar a procesar la relevancia de su posterior caída.

Sin embargo, en ese momento la escena parece silenciarse, y a través de slow motion (cámara lenta), y se centra ya no en la rápida acción que ha dominado hasta ese momento, sino en lo sobrecogedor de lo que ha sucedido. Entonces la banda sonora se aquieta, esbozada apenas de fondo, y entonando una nota como un lamento, se eleva una única voz, mientras la cámara se fija por turnos en las expresiones de pena y llanto que cada uno de los restantes miembros de la Comunidad expresa. Finalmente el lirismo es roto por las nerviosas y prácticas palabras de Aragorn, urgiéndoles a huir hacia los bosques, y las de Boromir, rogando un poco más de tiempo para asimilar la situación.

La escena es efectiva, tanto por su complejidad fílmica como por su contención sonora. Pero nos vamos a centrar en el uso que tanto Tolkien como Jackson hacen del silencio (ese silencio tan peligroso en el mundo fílmico, donde lo visual y sonoro debe estar siempre presente, al menos en el cine comercial) y cómo el silencio es finalmente interrumpido en esa escena tan importante de La Comunidad del Anillo.

En un ensayo escrito en 1823 por el escritor Thomas De Quincey, se nos apunta quizás la intención de lo que Tolkien quería conseguir con su rítmico boom-boom: este escritor nos cuenta que en la obra de Shakespeare Macbeth, tras la muerte del rey legítimo Duncan a las manos de Macbeth, el golpeo de las puertas tiene un peculiar efecto: “El efecto era que reflejaba sobre el asesino un horror peculiar y una profunda solemnidad 4”. Este efecto, según luego nos explica De Quincey es debido a que tras el horrible acto del asesinato, en el que las fuerzas demoniacas han tomado posesión del mundo, la vida queda suspendida (suspended life) y que hay una sensación de que todos los asuntos humanos han quedado en completa suspensión y en pausa. Es en el momento en el que se escuchan las llamadas a las puertas del castillo, en el que el espectador se da cuenta de que la vida continua, y que se vuelve a las mundanas tareas de los asuntos cotidianos.

En nuestra opinión, la cámara lenta que Jackson utiliza sabiamente durante esa escena, imita de alguna manera esa profunda suspensión de nuestros sentidos ante la magnificencia de lo que acaba de suceder, la muerte de uno de los principales baluartes de la Comunidad, y uno de sus pilares para la posible consumación de la misión. Afortunadamente, la música acompaña, porque en vez de romper el silencio, lo subraya, pues apenas si resuena una voz de soprano infantil que con una nota suspendida, parece alargar la emotividad de la escena hasta que es interrumpida por las palabras prácticas de Aragorn y Boromir, y ya después la huida continúa. Tolkien es tan hábil en la prosa como Jackson en lo fílmico en esa escena, pues la suspensión de los sentidos se ve reflejada estilísticamente en frases largas, la descripción del humo que se desvanece lentamente, y la desolación del paisaje vacío, aunada a las demostraciones de pena de los protagonistas. Justo a continuación la descripción es interrumpida por los lejanos tañidos de los tambores, que, como también nos señala De Quincey sobre los golpes en las puertas en Macbeth, “los pulsos de la vida están comenzado a latir de nuevo”, se pueden asemejar al palpitar de un corazón que lentamente deja de latir. Los redobles de tambor se desvanecen, como así lo hacen los latidos del corazón de Gandalf, arrastrados hasta la oscuridad y la muerte. El comienzo del siguiente capítulo comienza con un estilo diferente, acentuando el retorno del tiempo normal, no el tiempo lírico en el que nos ha sumergido Tolkien con su magistral prosa.

En conclusión, las dos versiones de la escena están muy logradas, a nuestro parecer, cada una en un tono diferente, pero predominando el tono elegíaco que Tolkien domina tan bien: la caída de Gandalf es expresada a través de un silencio que hace que los sentidos del lector-espectador asimilen mejor la gravedad de lo acaecido: en Tolkien, a través de la repetición y desaparición de los golpes del tambor, y en Jackson a través de una cámara lenta que ralentiza la escena y así nuestros sentidos se centran en el dolor de los personajes, y no en la acción, y que queda subrayada magistralmente por la tenue música que enfatiza el silencio tras la caída de uno de los principales personajes de la historia.

Notas:

1. El Oxford Dictionary también nos indica que puede ser un sinónimo del Juicio Final, y eso también nos comunica algo sobre el subsiguiente destino que le espera a Gandalf en la Tierra Media.

2. “Miraron atrás. Las puertas oscuras bostezaban a la sombra de la montaña. Los lentos redobles subterráneos redoblaban lejanos y débiles. Bum. Un tenue humo negro salía arrastrándose. No se veía nadie más, el valle estaba vacío. Bum. La pena los dominó a todos al fin y lloraron: algunos de pie y en silencio, otros caídos en tierra. Bum, bum, el redoble se apagó.” ESDLA:” El Puente de Khazad-Dûm”.

3. “¡Huid, insensatos!”, en el original español.

4. GROSS, J.: The Oxford Book of Essays, O.U.P, 1998: “The Knocking at the Gates in Macbeth”, pags. 131-135. Todas las citas son mi propia traducción.